
Un domingo sin rasgos se escuchó en los alrededores del bosque el último suspiro de Narcisus: había languidecido frente al estanque hasta desaparecer.
Si murió feliz o desgraciado,...
Hay quien dijo que se trató de un castigo o venganza por rechazar el amor de la ninfa.
(No lo creo)
Otras hablaron de la vanidad de contemplarse y no ver más que el reflejo de uno mismo.
(No lo creo)
Pero en realidad, nadie sabe, ni sabrá, qué era lo que él miraba dentro de aquel charco de espejo. Nadie sabe qué le llevo a entregarse de manera tan fiel y comprometida, que hasta dio su vida.
Un domingo sin rasgos.
Como ayer.