- Sí, lo confesaré, ya que no he podido ocultarlo a su sagacidad. Calzo un número treinta y seis y estos zapatos se los… digamos que se los robé en un descuido a mi amiga Rachilde para asistir al entierro de mi querido Mallarmé. Los revólveres son dos auténticos Browning. Como se podrá imaginar, cargo munición de fogueo, para no abandonar las esferas de los símbolos, y no suelo disparar si no es que me provoquen con un pertinaz tartamudeo o me exasperen con divagaciones sobre teorías estéticas.
Se trata de un hombre con melena lacia dividida en la mitad de la cabeza. Monta bigote delicado. Viste una camisa de papel y corbata dibujada con tinta sobre ella. Estrecha el final de ambas perneras de sus pantalones con pinzas de tender la ropa. Y como complemento de suprema incoherencia, de su hombro derecho cuelga una caña de pescar.
Quieto como una estatua retirada de su avenida, fuera de lugar como un bronce ecuestre de dimensiones naturales en un almacén administrativo, el hombre aguarda una respuesta.
ALFRED JARRY, FUNDADOR DE LA PATAFÍSICA