29 mayo, 2009

SU MOMENTO


El viajero aguardó pacientemente a que llegara su turno.
Tras la línea amarilla.
Y llegó su momento.
Y fue amado.
Y aunque estaba anunciado claramente en la cartelería de los aeropuertos y aduanas,
el amor no dejó de ser una sorpresa, para él.
Le sorprendió, incluso más que cuando presenció aquel cielo comprendido en el cáliz de una flor.
Se trataba entonces de una cala.

27 mayo, 2009

40.000


Aunque ya hemos recorrido una parte considerable de Patacosmia, no debemos engañarnos: lo que hemos conocido de este inquietante y a un tiempo maravilloso universo es menos que un grano de arena del lecho de uno de los ríos Ganges, de todos los ríos Ganges que hay, exactamente, tantos como granos de arena hay en el fondo del ríoGanges original.

Siendo esto así, no me cabe duda de que Patacosmia es un universo noble y generoso -como lo era Spinoza- en el que se puede ser feliz. La prueba de que en Patacosmia existe un orden inmanente es la siguiente:

Aunque reciban más 40.000 pasajeros, todos ellos aguardarán pacientemente a ser amados detrás de la línea amarilla.
Luego se dirigirán a la cabina indicada en el visor.

Bienvenidos
.

13 mayo, 2009

ANTONIO



Tuve que correr

cuando la vida dijo: "ve"

No hubo manera de pararme.

Correr que fue volar

Beber de un solo trago todo el mar

Y no sació mi sed el agua

Tomé el sendero

sin saber

que me alejaba

para no volver
antonio vega

12 mayo, 2009

LOS ÁRBOLES AGUARDAN

Del cerro, descendí hasta el océano mar, como un peregrino.
Apenas lo acaricié con las yemas de los dedos, para no importunarlo.
Luego, he regresado a la ciudad de los perros abandonados.
Al verlos, los equivoqué con una presencia amenazante y sombría. Nada más lejos. Los árboles aguardan en silencio el momento de iniciarse en el misterio de la lluvia.
Lleva desde septiembre sin llover aquí.
Tal vez hoy se produzca el milagro.
Qué así sea.

11 mayo, 2009

DÉDALO DE RAMAS MAR


Qué puerta tan fantástica!
Cuando creía que ya estaba fuera, un impulso de aire amble y persuasivo, renovó en mis ojos el deseo de ver más cosas nuevas y me lanzó por un dédalo, no de pasillos, no, de ramas, incomprensiblemente conectadas entre sí por un diseño arquitectónico oculto.
He ido a salir a uno de los cerros que reciben el Océano Mar Pacífico.
Las olas, en lugar de rumor, suenan a versos:
Cuando es invierno en el Mar del Norte, es verano en Valparaíso.