Mientras los Hijos de la Revolución proclamaban con toda solemnidad la igualdad de la que participan los hombres y consagraban los derechos de los ciudadanos y de los solitarios, algunos aristócratas, sin duda impulsados por el miedo a perder sus cabezas, por temor a que cayeran en el barro las pelucas que adornaban sus cabezas, huyeron a través de los campos de trigo y de centeno.
Ignoran que su sangre será necesaria para regar esos mismos campos por los que ahora corren sin dejar de mirar atrás.
Su sangre azul será la levadura de un nuevo pan, alimento más propio de los hombres.
Corred, corred, corred.
Qué importa!
Ignoran que su sangre será necesaria para regar esos mismos campos por los que ahora corren sin dejar de mirar atrás.
Su sangre azul será la levadura de un nuevo pan, alimento más propio de los hombres.
Corred, corred, corred.
Qué importa!