24 noviembre, 2010

AHORA PUEDO CONFESARLO

Ahora que la veo de nuevo, que de nuevo arribo a ella, ahora que ya han muerto todos a quienes esta información podía causar dolor, ya lo puedo confesar:
no fueron los dioses, pero los dioses fueron una buena excusa.
En realidad yo nunca estuve preparado para regresar a Ítaca, después de las hecatómbes y de los excesos de los combates y de la guerra, yo no estaba preparado para volver al hogar, a ponerme el jersey que pacientemente había tejido para mí mi querida Penélope.
Por eso inventé mi odisea y contraté a un ciego para que la cantara.
Ahora ya lo sabéis.
Ahora que Penélope ya ha muerto, regreso a la isla en la que Calipso me prometió la inmortalidad.

18 noviembre, 2010

SE CONTABAN POR CIENTOS


Seguramente me había quedado dormido, para no pensar en lo que acaba de hacer.
Para mi sorpresa, al despertar, comprobé que no estaba sólo, que no era el único que había tomado una decisión parecida.
Cientos de ulises despertaban en el mar, como yo.
Cientos de girasoles que había decidido prolongar su odisea y, quizás, volver a la isla de Circe o a los besos de Calipso o a las naúfragas costas de Nausícaa antes de regresar.

14 noviembre, 2010

EL FARO

Quién me creerá?
Estaba a punto de alcanzar la costa reconocida, las playas de la memoria, casi podía arrebatarles con mis propias manos el arco a los cangrejos violinistas y no precisaba de anteojo o catalejo para contar el número de huevos que había en cada nido cueva de los acantilados.
Y entonces, las fárolas se apagaron.
A las ocho y veintiséis, exactamente, de esta mañana.
Hubo un momento de indecisión, entre dos luces.
Pero el sol ascendió en el horizonte y mi barco, de pronto animado y dotado de voluntad autónoma, lo confundió con un faro y se volvió hacia el mar, como un girasol.

04 noviembre, 2010