Había oído hablar de la existencia de este tipo de puertas, pero no había llegado a conocer ninguna. No por ello dudaba de que las hubiera.
Por regla coronel, suelo creer en algo hasta que se demuestre que es falso y por lo tanto, que carece de la realidad. En ese momento, resulta inevitable destilar cierta nostalgia por lo que no ha llegado a ser.
No me importa confesar que sigo creyendo en unicornios y centauros, y así lo haré hasta el momento en que compruebe que no existen.
Ójala no llegue nunca.