29 junio, 2013

EL PRIMER CÓNSUL



Algunos historiadores heterodoxos y sabios son de la opinión de que la Campaña de Egipto no tuvo otro fin, al menos en su corazón, que el de interrogar al Oráculo -igual que miles de años antes lo había interrogado Alejandro-, y confirmar si era un dios o no.
Como no se conservan pruebas arqueológicas de la divinidad, ignoramos la respuesta que recibió. Sin embargo, a tenor de los acontecimientos que se sucedieron, es fácil aventurar que la respuesta coincidiera con la que él mismo ya llevara grabada en sus anhelos desde la cuna.
En esta fotografía lo vemos la mañana del 18 de brumario (pese al sol, los registros nos indican que se trató de una mañana de brumosos fríos), antes de dictar las órdenes a sus generales, tomar el control de las palabras y de todo lo que con ellas se dijera y ser nombrado Premier Cónsul.
Pese a los oropeles, sus soldados le seguirían llamando "El pequeño huevo" y su pronunciación siempre estaría marcada por el acento de una isla corsaria.

22 junio, 2013

EL DIRECTORIO


El 10 de Brumario del año IV, los revolucionarios decidieron gobernarse bajo la autoridad de un Directorio. El Consejo de las Ancianas Gallinas -que a su vez, era elegido por el Consejo de las 500 Gallinas-, eligió a sus cinco primeros Directores. Con estos nombres han pasado a la Historia aunque, como parece lógico, no son sus verdaderos nombres:
Jean François Reubell
Paul Barras
Louis Marie de La Révellière Lépeaux
Étienne Fracçois Le Tournier
Lazare Carnot
Apoltronados en sus butacas no hicieron nada para reprimir el terror blanco, al contrario, bajo la cáscara de aparente imparcialidad e imperturbabilidad, lo alentaron. Esta dejación supondrían el principio de su fin.
Aquí los vemos en el único retrato que se conserva de los cinco. Sus sonrisas delatan su ignorancia sobre lo que estaba por venir.

08 junio, 2013

EL PALCO DE HONOR


Aquel 26 de septiembre de 1835 la expectación era máxima en el Teatro de San Carlos, en la ciudad de Nápoles.
Y no porque Donizetti fuera a estrenar su última ópera, Lucia di Lammemor, que en cualquier otra ocasión hubiera colmado los pozos de rumores. 
El paroxismo alcanzó a lo más selecto de aquella sociedad meridional, cuando las seis gallinas ocuparon su lugar en el palco de honor.
Sus miradas altivas e indiferentes hacían presagiar un cambio de cetro.
Como así sucedió.