26 octubre, 2010

UNA PIEDRA


Al mostrarse la temprana aurora de dedos de rosa.

Desde la proa del barco veo como el sol nace, se eleva y cambia todo.
Nos emocionamos cuando cambiamos de color una habitación o la fachada de una casa y no nos damos cuenta de que todos los días se celebra un grandioso espectáculo que cambia el mundo cada amanecer.
Ahora que estoy lejos de Ítaca, recuerdo que los pasillos de mi palacio en otoño huelen a manzanas y que cada mañana, una mujer, una madre, sube al cementerio a rezar en la tumba de su hijo.
Sin duda los humanos, a veces, tenemos la mente como una piedra y el corazón también.
Así no se puede ser feliz.

19 octubre, 2010

ODISEO

Ese había sido el pacto:
devolver a mis compañeros, a los que había transformado en cerdos, la forma humana y dejarnos partir, a cambio de pasar un año con ella en la isla.
Como yo llegué solo y parto también solo, no me veo obligado por un año. Y parto antes de que despierte Circe.
Por suerte llevo maromas en el barco para poder escuchar a las sirenas sin peligro.
Pero, ahora, que casi ya amanece, me pregunto ¿qué emoción tiene oír los cantos de sirenas sin riesgo alguno?

13 octubre, 2010

LA FLOR ANCLA


Lo había leído en un libro de aventuras. Estaba advertido. No me pilló por sorpresa ni tampoco desarmado.
Suele suceder que al abandonar una isla desierta, ciertas flores que se agostan en ausencia de mirada humana, ofrecen sus mejores colores al viajero a punto de partir, como tentación y ancla para que no se vaya.
Al verla llegar a la playa, descendí del barco. Es cierto que me emocionaron sus súplicas carnívoras. Mas yo saqué la espada y la corté de un tajo, limpio, certero.
Crueldad?
No, ternura.
Ahora ya me puedo ir.

05 octubre, 2010

REGRESO

Había que seguir.
Pero quién sabía a dónde.
A dónde ir, después de aquel tesoro?
Después de la isla.
Entonces recordó, quizás la voz de su abuela.
Y decidió enviar dos gaviotas.
Pero las gaviotas nunca regresaron.
Es más, el mistagogo siempre supo que las aves no regresarían.
Pero no le importaba porque tenía el valor de un símbolo, de un mito o de pura memoria.