28 marzo, 2013

EL HERRERO Y EL SOL


    Tres jueves hay en el año
    que relucen más que el sol:
    Jueves Santo....

El herrero, cansado ya de tanta nube,
se encerró en su taller
y fabricó un astro con sus propias manos.

Hubo quien no estuvo de acuerdo y lo acusaron de osadía.
Otros, sin embargo, lo calificaron de hecho histórico y hablaron de componerle un cantar de gesta.
Los más sabios, que comprendieron que se trataba -no más-, de un consuelo pasajero, callaron. 

Todos lo son.

21 marzo, 2013

LAS TRENZAS



El caballero llegó tarde. No debía haberse entretenido matando dragones. 
Hacía sólo un minuto que la princesa, cansada de esperar, había cogido las tijeras y cortado sus largas y sedosas trenzas. Así se lo hizo saber a través de una paloma mensajera. Ni siquiera quiso asomarse ella a la ventana para decírselo de viva voz.
Aquellas trenzas eran la escalera y la promesa. Ahora ya no podría escalar la torre. 
Se alejó de allí maldiciendo para sus adentros:
    - Maldito reloj de sol. Siempre falla en los días nublados.
La princesa, por su parte, al mirarse en el espejo, pensó que no le quedaba nada mal el pelo corto.

15 marzo, 2013

EL LEÓN


Que aquella ciudad estaba gobernada por poetas, saltaba a la vista.
Quizás tuvieran algunas carencias en servicios sociales y otras disciplinas, tan necesarias para la vida, como prosaicas,pero ciudadanos y viajeros no se quejaban. Consideraban suficientemente compensadas estas carencias, por otras medidas que tomaban tan singulares regidores. 
El conocimiento que éstos tenían de los corazones humanos -por haberse asomado a su precipicio y haber sobrevivido- les llevaba, por ejemplo, a no permitir que nadie abandonara el recinto amurallado sacando de contrabando recuerdos y nombres que, una vez tratados, en otro lugar, en otro tiempo, en el mercado negro se transformarían en la más devastadora de todas las drogas: la melancolía. Es decir, la deletérea perversión de la memoria cuando cae en los vicios del deseo y la falta.
Para impedirlo, colocaron un enorme león al otro lado del Puente de Piedra, por el que inevitablemente todo el mundo tiene que pasar. Es el guardián que vela por ellos, por nosotros.

01 marzo, 2013

CAMILLE



Aunque estuvieron a un metro o un segundo de cruzarse,
los pasos de ella la subieron a un tren que partía de la Gare de Bordeux St. Jean
y los de él -que acaba de bajar de otro en la misma estación- se perdieron en el laberinto de rues y de places en las que pretendía encontrarla.
Por un metro o un segundo,
nunca llegaron a encontrarse.
Por un metro o un segundo también se pierden cosas muy importantes en la vida. 
Hubiera bastado con que uno de los dos girara sus ojos 
para verse.
Pero... no se cruzaron. Sus pies siguieron direcciones diferentes.