10 abril, 2008

20 CENTÍMETROS

La lluvia, más que amenazar -demasiado burdo para su educación-, se insinúa, como los muslos de una amante adolescente.
Pese a ello, o tal vez, por ello, nadie abandona su asiento a pie de obra. ¿Quién sería capaz de sustraerse al encanto de empaparse hasta el tuétano tierno de los huesos?
No hay ningún cartel que pida o exija silencio, así que este silencio es libre, espontáneo y expresivo hasta lo poético. Todos estamos pendientes de la colocación del último ladrillo que cierra la hilera.
Ha encajado perfectamente. Satisfacción, íntima, sin aplausos.
Los obreros vuelven a tirar la cuerda, el nivel, 20 centímetros más arriba. Es el primer paso para otra fila más, marca la dirección.
Los que observamos nos sentimos crecer también, a nuestra escala.
Creo que ya voy entendiendo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover a cántaros!

Anónimo dijo...

Muslos de una amante adolescente...
Qué imagen!
Me has alegrado la mañana y me has dado pistas para esta noche.

Anónimo dijo...

Y como son los muslos de un amante adolescente? no es ni por el color de la piel, ni por su ternura. Los muslos de un amante adolescente son... curiosos, indiscretos, son como la edera, no conocen ni camino, ni meta, ni dirección, solo se mueven freneticos, y solo para que alguien los pares y los apretes. Son como anguilas en un mar de aceite...
Dios mio como ha empezado el dia!
Buenas pistas a todos!

Anónimo dijo...

Yo sí comprendo la poética de las filas, de las líneas, de las hileras, hechas de silencio o de ladrillo.

Anónimo dijo...

Yo no comprendo nada. Alguién me lo debería explicar. Para eso he venido hasta aquí.
¿Dónde está Paul Newman?

Anónimo dijo...

Observando cómo peinaba a la niña, comencé a comprender.