
Esperaron hasta el momento señalado para comenzar. El sol se apagó.
Fue entonces -un representante de La Montaña iba a tomar la palabra- cuando escuadrones de frío equipados con armas bajocero, rodearon la alameda y descargaron sobre ella su furia helada y la despiadad escarcha.
Juro que también vi a jinetes de hielo.
Yo pude escapar del cerco letal. Quise gritar, avisarles, pero mi voz estaba congelada.
Alguien les ha traicionado.
Ahora deambulo descalzo sin dar con los caminos porque todo esta blanco. Las uñas de las manos, blancas; la barba, blanca; el cielo, blanco; y mi aliento, blanco, blanco, blanco.