05 marzo, 2007

ECLIPSE DE LUNA EN ROMA


SAnta María in TRastévere. Eclipse de Luna. Suena "Dead Can Dance", Lisa Gerard con su voz de ultratumba se eleva entre el corro de gente, que mira absorta los malabares del echador de fuego. Eclipse de luna y un borracho se acerca a la fuente y grita profético y sarcástico: "Dove è Africa?", mientras clava la mirada en el pelo afro de una mulata arrepentida. Agarro con fuerza mi bolso falso de PRADA, y la luna sigue velándose en la Plaza de Santa María in Trastévere. Laberinto de cal roja y escaleras hacia el cielo de la Academia de España en ROma. Huele a ambar y a cúpulas y a gatos gordos de dos caras.
En realidad todo el mundo conoce Roma, es una ciudad abierta en canal como un cerdo, de la que se aprovecha todo y a la que todos aprovecha. Generosa y anciana, destartalada a estas alturas del alicatado universal, inmune a los ojos ávidos del turista. Bella, terriblemente bella.
Esta vez, como siempre en Roma, todo fué diferente. Descubrí la espalda valiente y hermética de la estatua de Giordano Bruno que fué quemado en la Plaza del Campo dei Fiori, (la luna aún no sabía que al día siguiente una negra sombra la iba a ocultar). Vista desde atrás tiene algo sobrecogedor, supongo que cuando se mezclan la dignidad y la muerte uno enmudece. Y al día siguiente en el mismo lugar...CARCCIOFFI!!, alcachofas, berros, flor de calabacín (rebozada y con mozarella es algo increíble), facciolini (unas judías pequiñas muy buenas), hinojos gigantes, cebollas rojas, en fín, tengo que reconocer que los mercados me producen una emoción comparable a los Caravaggios de San Luis de los Franceses, y éste de Roma era espectacular, una verduras, unas especias únicas, que te hablan de la auténtica comida italiana que me encanta.
Como hablar de las "olivas scolane", un aperitivo de aceitunas rellenas de carne y fritas con pan rallado, que es una delicia, y del genuino Tiramisú, o de la torta di mandorle, una tarta fina de almendras y crema que...en fin, voy a dejarlo¡
Como explicar la hospitalidad y los encuentros con Pili, Alejandra y Carmen, dueña de una galería de arte tribal. Mujeres apasionadas con silencios y vidas vividas detrás.
Y el café en lo alto del Campidoglio con la vista brumosa del atardecer romano, sereno. La Piazza de Spagna, la Virgen con el Niño de Caravaggio, el paseo por el Aventtino, la intocable Vía Condoti, los pies como morcillas a punto de estallar, el Capuccino, el pannini, el 115, el bar Calisto, el Tíber, el Pantheon, él.
Ya no me acuerdo del deseo que pedí en la Fontana di Trevi, tendré que volver, a Roma siempre hay que volver, como a una vieja amante...
gracias...
bessos, Patbell.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo Patricia, bravo, bell´articolo!

Anónimo dijo...

Grande Patricia, grande!!!

Anónimo dijo...

Grande CAnnavaro!!!...

Anónimo dijo...

Bella Patricia, bella!!

Anónimo dijo...

Te presentí llegar y me volví de espaldas, estaba tan nervioso porque iba a verte!

Anónimo dijo...

ciampino... que te ví yo primero eh?!!

Anónimo dijo...

Falta un minuto para las tres.

Anónimo dijo...

De Roma recuerdo que casi echamos los higadillos al volver de una noche de copas. éstabamos en la piazza de spagna y alguien dijo ¡marica el último! y subimos la escalinata hasta quedarnos sin resuello. pa no contarlo.

Anónimo dijo...

Te creo que acabaras con los pies hichados. Estuve todo el fin de semana en el Ponte Sixto, tocando al flauta con mis perros y perdí la cuenta de las veces que cruzásteis hacia un lado y hacia el otro.

Anónimo dijo...

Si...éramos unos condenados cual Tántalo, a cruzar una y otra vez el puente en busca de un bolso y un boli, que siempre cuando llegábamos a un lado aparecían en el otro. Penitentiacite!!

Anónimo dijo...

ole esos calzoncillos hueveros