no fueron los dioses, pero los dioses fueron una buena excusa.
En realidad yo nunca estuve preparado para regresar a Ítaca, después de las hecatómbes y de los excesos de los combates y de la guerra, yo no estaba preparado para volver al hogar, a ponerme el jersey que pacientemente había tejido para mí mi querida Penélope.
Por eso inventé mi odisea y contraté a un ciego para que la cantara.
Ahora ya lo sabéis.
Ahora que Penélope ya ha muerto, regreso a la isla en la que Calipso me prometió la inmortalidad.