
Quién lo diría!
Hace ahora dos años que hubimos de abandonar Metacosmia.
Allí, en ese espacio sobrante y despreocupado entre la diversidad de universos -de la misma naturaleza que los recortes de madera de un suelo de parqué: inservibles para carpinteros y dueños. pero una aventura para cualquier niño- habíamos sido felices, hasta que las palabras se avinagraron y su acidez erosionó la membrana que nos protegía.
Fue entonces, cuando el coraje nos decidió a montarnos en cápsulas de dientes de león y lanzarnos, al albur de los vientos espaciales, a la búsqueda de otro lugar amable en el que dar reposo y luz a nuestros ojos y senderos imprevisibles a nuestros pies.
Dos años ya.
Hace ahora dos años que hubimos de abandonar Metacosmia.
Allí, en ese espacio sobrante y despreocupado entre la diversidad de universos -de la misma naturaleza que los recortes de madera de un suelo de parqué: inservibles para carpinteros y dueños. pero una aventura para cualquier niño- habíamos sido felices, hasta que las palabras se avinagraron y su acidez erosionó la membrana que nos protegía.
Fue entonces, cuando el coraje nos decidió a montarnos en cápsulas de dientes de león y lanzarnos, al albur de los vientos espaciales, a la búsqueda de otro lugar amable en el que dar reposo y luz a nuestros ojos y senderos imprevisibles a nuestros pies.
Dos años ya.