A vosotros, los de corazón limpio y alma generosa, a vosotros los que estáis vivos, amigos, amigos, yo os saludo.
Ciudadanos de Metacosmia, un día de hace tiempo, decidimos abandonar un mundo que se arrastraba infestado por el egoísmo, un mundo en el que el "óxido se había posado en la lengua de los hombres", nuestros semejantes, y había dejado en ella un sabor de ausencias, de pretextos y de distancias, un mundo en el que la vida apenas tenía ya fuerzas para sostenerse, en el que ya no había brazos con valor y fuerza suficiente para empuñar La Espada, en el que nadie creía ya en los milagros.
Embarcamos en nuestra nave interlestelar con el empeño de buscar un espacio en el que vivir a salvo de las mentiras, a salvo de las palabras, con el empeño de encontrar.
Así llegamos a Metacosmia, creímos en Metacosmia, creamos Metacosmia: nuestra utopía, en la que las lagrímas alcanzaron la luz y la misión de nuestros ojos ya no fue nunca llorar, sino ver.
Pero las palabras, infatigables como una araña hambrienta, las palabras, muñidoras de equívocos y trampas, las palabras, fabricadoras de ídolos y dioses falsos, las palabras, asperas maromas o lazos de seda que atan arbitrariamente a deseos y a personas por el mero placer de la confusión, las palabras, aventadoras de humo y de vacío, las palabras, amigos, han dado con nosotros y ya nos atacan.
Puedo oírlas rollendo la madera de los tiernos brotes, chupando nuestra savia nueva.
Legiones de palabras, zapadoras, cavan túneles para derrumbar los muros de nuestra ciudad que nunca tuvo murallas. Batallones de palabras, arietes afilados, golpean para echar a bajo nuestras puertas, las mismas que por estar siempre abiertas nunca fueron necesarias. Escuadrones de palabras, traidoras, evenenan los pozos y meten estropajos en nuestras gargantas.
Es hora de partir.
Ha llegado la hora.
Es hora de partir en busca de otro lugar que sea inaccesible a las palabras. Me llevo conmigo mi utopía, que no es otra que la de llegar a vivir estando vivo, en un ámbito en el que el amor no sea una palabra, vana, en el que la muerte no sea una palabra, oscura, en el que la alegría, no sea una palabra, efímera.
Os dejo con el convencimiento de que un día, quizas con otro cuerpo u otra dimensión o a la vuelta de un sueño planetario, lo encontraré. Lo encontraré porque tengo el valor para continuar la búsqueda.
¡Qué nos os falte el valor!
Hasta siempre
Oscar M. Prieto
Pd: Seguro que volvemos a vernos en otro amanecer.
Ciudadanos de Metacosmia, un día de hace tiempo, decidimos abandonar un mundo que se arrastraba infestado por el egoísmo, un mundo en el que el "óxido se había posado en la lengua de los hombres", nuestros semejantes, y había dejado en ella un sabor de ausencias, de pretextos y de distancias, un mundo en el que la vida apenas tenía ya fuerzas para sostenerse, en el que ya no había brazos con valor y fuerza suficiente para empuñar La Espada, en el que nadie creía ya en los milagros.
Embarcamos en nuestra nave interlestelar con el empeño de buscar un espacio en el que vivir a salvo de las mentiras, a salvo de las palabras, con el empeño de encontrar.
Así llegamos a Metacosmia, creímos en Metacosmia, creamos Metacosmia: nuestra utopía, en la que las lagrímas alcanzaron la luz y la misión de nuestros ojos ya no fue nunca llorar, sino ver.
Pero las palabras, infatigables como una araña hambrienta, las palabras, muñidoras de equívocos y trampas, las palabras, fabricadoras de ídolos y dioses falsos, las palabras, asperas maromas o lazos de seda que atan arbitrariamente a deseos y a personas por el mero placer de la confusión, las palabras, aventadoras de humo y de vacío, las palabras, amigos, han dado con nosotros y ya nos atacan.
Puedo oírlas rollendo la madera de los tiernos brotes, chupando nuestra savia nueva.
Legiones de palabras, zapadoras, cavan túneles para derrumbar los muros de nuestra ciudad que nunca tuvo murallas. Batallones de palabras, arietes afilados, golpean para echar a bajo nuestras puertas, las mismas que por estar siempre abiertas nunca fueron necesarias. Escuadrones de palabras, traidoras, evenenan los pozos y meten estropajos en nuestras gargantas.
Es hora de partir.
Ha llegado la hora.
Es hora de partir en busca de otro lugar que sea inaccesible a las palabras. Me llevo conmigo mi utopía, que no es otra que la de llegar a vivir estando vivo, en un ámbito en el que el amor no sea una palabra, vana, en el que la muerte no sea una palabra, oscura, en el que la alegría, no sea una palabra, efímera.
Os dejo con el convencimiento de que un día, quizas con otro cuerpo u otra dimensión o a la vuelta de un sueño planetario, lo encontraré. Lo encontraré porque tengo el valor para continuar la búsqueda.
¡Qué nos os falte el valor!
Hasta siempre
Oscar M. Prieto
Pd: Seguro que volvemos a vernos en otro amanecer.
26 comentarios:
????? me lo explique, oiga.
Queridos amigos:
Yo tampoco entiendo nada. ¡¡Que penita!!
me encanta, esta pagina ha cambiado mi vida
Qué pena que hayas llegado cuando todos se han ido. Pero creo que están buscando otro lugar en el que comenzar de nuevo. Parece que ha comenzado una cuenta atrás.
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