
A lo lejos ya lo oyes. Los alaridos de las bestias sin acento catalán, los gritos de los mandriles pajeros y las grullas viciosas, un lenguaje nuevo, entre palmeras psicotrópicas y palacios art noveau.
A mi lo que me gusta de los animales es que es otro mundo. Un mundo sutil y que no se revela en apariencia. Hecho de movimientos naturales y miradas instintivas. Es verdad que un zoo tiene algo grotesco y artificial. Todos los sitios que incluyen recorrido me molestan y supongo que también tiene que ser molesto que te miren como si fueras un animal. Y estar encerrado.
Una diferencia importante en los animales es la de ser depredador o presa. Los depredadores suelen tener un temperamento juguetón e indolente, no están muy preocupados por su supervivencia. En cambio las presas suelen ser nerviosas y ariscas, siempre estresadas y alerta por si son cazadas. A veces hay confusión, y hay presas que se creen mortíferos cazadores y depredadores grandullones que actúan como lánguidas mariposas.

Luego están los canguros que parecen desprender una ira imprevisible y maternal a la vez. El elefante africano que se mueve con un gran respeto y violencia. Los leones siempre indolentes, los monos, demasiado parecidos a los humanos que provocan una ligera inquietud de espejo, y toda una serie de ratas y nutrias de cloaca que se enzarzan en divertidas orgías públicas.
Siempre me voy del zoo con una gran calma. Los animales me recuerdan algo, algo que tiene que ver con la dignidad y con la tristeza, algo muy humano. Volveré.
ciao, Patbell.