
En cierto modo es lógico. En una sociedad tan ilustrada, racionalizada y empírica como la nuestra, qué consideración iban a tener las revelaciones del Diácono de Patmos, que seguramente estaría bajo los efectos de alguna sustancia o bien tendría mal dormir.
Pero, ay amigos, la cosa ha cambiado y no tiene muy buena pinta: ¡Penitenciagite!
Ya no son probes diáconos analfabetos los que nos hablan del Apocalipsis, ahora se trata de expertos geólogos y paleontólogos, de la universidad de Utrech, quienes dirigidos por el también experto Jan van Dam nos advierten de que la especie humana se extinguirá el año 2.252.006.
Lo que se dice un Apocalipsis en toda regla, salvo que en esta ocasión no ha sido publicado en la Biblia, sino que viene avalado por la prestigiosa revista Nature, y tiene la forma de un informe científico en toda regla.
Es precísamente este adjetivo 'científico' en el que me hace temblar, pues cuando los científicos se ponen a un tema ya sabemos que son gente muy seria. Son tan serios que hasta nos informan del día exacto en que ocurrira nuestra extinción, por si acaso teníamos pensado hacer algo ese día: el 31 de octubre del año 2.252.006
No vamos a entrar ahora en las razones que les han llevado a efectu

Sin duda alguna en España esta noticia ha provocado efectos singulares y yo ahora me explico muchas cosas.
Ante la inexorabilidad de nuestro fin, sabiendo hasta incluso la fecha, nos ha debido entrar el síndrome de oledlasrosasmientraspodais, pues sólo desde esta enfermedad se puede comprender la desidia, pasividad, indiferencia, desinteres y pitorreo estilo ancha es Castilla, con el que nos estamos tomando las circunstancias que constriñen la realidad de nuestro querido país -¿país? ¿nación? ¿Estado? ¿España?-.
Sólo desde la asimilación de nuestra extinción, se explica que quien asesino a 25 personas pueda salir de la cárcel a los 18 años, y aquí no pase nada, ni tiemblen los cimientos; sólo desde la asunción de la desaparción de la especie humana se explica la negociación con los asesinos, la mentira más vil, la demagogia, la renuncia a los valores sustantivos que deben dar sustancia a una democracia que en su ausencia sería meramente formal, vacía, hueca, la rendición, y que aquí en este antiguo solar de nuestros antepasados no pase nada, salvo el otoño que pasa y las hojas que se lleva.
Que Dios nos pille confesados!
Mierda de país.
Salud