
Al mostrarse la temprana aurora de dedos de rosa.
Desde la proa del barco veo como el sol nace, se eleva y cambia todo.
Nos emocionamos cuando cambiamos de color una habitación o la fachada de una casa y no nos damos cuenta de que todos los días se celebra un grandioso espectáculo que cambia el mundo cada amanecer.
Ahora que estoy lejos de Ítaca, recuerdo que los pasillos de mi palacio en otoño huelen a manzanas y que cada mañana, una mujer, una madre, sube al cementerio a rezar en la tumba de su hijo.
Sin duda los humanos, a veces, tenemos la mente como una piedra y el corazón también.
Así no se puede ser feliz.
Desde la proa del barco veo como el sol nace, se eleva y cambia todo.
Nos emocionamos cuando cambiamos de color una habitación o la fachada de una casa y no nos damos cuenta de que todos los días se celebra un grandioso espectáculo que cambia el mundo cada amanecer.
Ahora que estoy lejos de Ítaca, recuerdo que los pasillos de mi palacio en otoño huelen a manzanas y que cada mañana, una mujer, una madre, sube al cementerio a rezar en la tumba de su hijo.
Sin duda los humanos, a veces, tenemos la mente como una piedra y el corazón también.
Así no se puede ser feliz.