Comprendiendo que a la inmensa mayoría de las personas les interesan más otras cuestiones que el sentido del mismo universo:
Ante una situación en la que el amor entre dos personas se debate en la duda y una vida en común es lo que está en juego, debe aplicarse la siguiente fórmula:
Si esas dos personas se quieren, estarán de nuevo juntas y la felicidad tendrá sus adalides en el cariño, la confianza y la generosidad. (Poco importa, en este caso, que se parta de distintas latitudes y que las fiebres y las intensidades sean también distintas, por virtud del Principio de los Vasos Comunicantes.
Si no hay amor, no estarán juntas y no hay que caer, hay que desterrar el orgullo, el miedo y la frustración, para dejar al dolor limpio de impurezas. Limpio ya el dolor, todos sabemos que con el tiempo pasará, sin dejar un corazón inservible, inválido para volver a amar. La ensayos clínicos demuestran que llegará el momento de volver a enamorarse de nuevo.
En cualquier caso, yo siempre recomiendo -siempre que sea posible y es posible muchas más veces de las que imaginamos-, quererse mucho. Porque, aunque no hay evidencia científica al respecto, ni falta que hace, tal vez en esto resida el sentido último del Universo.
Tan sencillo como la propia vida.
Ps: Conociendo el empeño de ciertas voluntades, es importante advertir a quienes se vean en el caso referido, que en estas situaciones suele ser pernicioso cualquier intento que prentenda convencer al otro. En la inmesa mayoría de los casos, produce el efecto contrario al deseado.
Por lo que una vez dicho que lo que se tuviera que decir, es mejor callar. Algo así vino a decir el propio Wittgestein, aunque el era más extremo.