Cuando uno se atreve a escribir una novela sobre Caravaggio, corre el riesgo de que llegue alguien que sepa y le unte el morro diciendo que son banalidades. Por suerte, no ha sido el caso de Berlín Vintage, de ahí el valor que le doy a esta reseña, escrita por Manuel Arias (Subdirector del Museo Nacional de Escultura de España) y que aparece publicada hoy en El Heraldo de Aragón. Os invito a leerla, el texto es exquisito.
Salud
Oscar M. Prieto
LA NOVELA TOTAL
Berlin Vintage, de Óscar M. Prieto (Tropo) es algo así como una obra total, redonda en sus contenidos, en sus matices y también en la sugerencia de sus recorridos. Es una obra en movimiento, en armónico movimiento diría yo, ágil pero profunda, cargada de referencias que es necesario degustar y que no buscan un consumo rápido, porque encierran mucho más que una mera secuencia de acontecimientos con su correspondiente dosis de curiosidad y de intriga, sin perder de vista la poesía.
La pesquisa que mantiene el hilo, Caravaggio y el cuadro perdido, cuya conclusión naturalmente no es posible desvelar aquí, no es ni lineal ni previsible. Se deja llevar por los vericuetos de un camino accidentado pero lleno de recursos, elegante en el estilo narrativo, rico en el vocabulario. No es hoy frecuente, y por eso pienso que sea digno de celebrarse, que autores tan jóvenes construyan el idioma con la solidez de la etimología, con una raíz tan asentada, que le da cuerpo a la lectura, que la arma como si fuera una estructura sólida y bien edificada.
El suyo es un saber enciclopédico del que hace gala sin estruendo, sin empalago. Es algo que no incomoda sino que se paladea con gusto porque, sin olores añejos, recupera ese capital adormecido que es la base de la civilización occidental y que, por desgracia, olvidamos con descuido, que se está diluyendo delante de nuestros ojos para nuestra desgracia. Ese conocimiento fluido y cercano del mundo clásico, del pensamiento filosófico transmitido con una naturalidad comprensible, insertado en la trama de la novela como parte intrínseca de la misma, es uno de los valores que más me ha tocado durante su lectura y que a mi juicio la hacen todavía más recomendable.
Y siempre esa idea de camino, pero también de movimiento en transformación, que el propio autor reconoce como leit motiv y que rezuma por toda la obra. Ciertamente es posible viajar con la novela, y digo viajar y no hacer turismo. Es posible viajar por dentro, por los caminos de la mente, por la interioridad más íntima del ser humano; pero también viajar en unos recorridos tangibles y evocadores por esas ciudades de Europa que desfilan por el texto. Las descripciones no se detienen en lugares comunes, no son guías de forasteros, son exploraciones del alma que evocan recuerdos, que tratan por igual lo grande y lo pequeño, la percepción misma de quien las transita, de quien las vive. Porque no deben ustedes fiarse, Berlín es término pero el viaje de Aldous, el protagonista, pasa por otros lugares maravillosos donde hay mucho en que detenerse, Roma, Madrid, Londres, La Valetta, y tantos otros, un puente, un café, un museo, un templo.
Porque además las descripciones son perfectamente visuales, delicadas y pictóricas, pero tangibles y corpóreas al mismo tiempo, también en el recorrido que se hace a través de las pinturas de Caravaggio. Se perciben en el texto algo más que las pinceladas de una biografía del artista, por otra parte con datos veraces, con fuentes rigurosas que contribuyen a proporcionar todavía más solidez al argumento. Hay una reflexión constante sobre la pintura y sus circunstancias, sobre el autor y su trágica peripecia vital, sobre su contexto de origen y su exhibición actual.
Y hay una manera de imbricar creación y sentimiento, de transformar, de pensar al fin y al cabo, que te sumergen en una lectura productiva llena de satisfacciones. Ovillos diferentes, tramas que se abren, profecías y vaticinios bajo el signo benéfico de Proteo el que cambia de forma, el primigenio.
MANUEL ARIAS